Parecía que no iba a llegar nunca, pero ya puedo decir que tengo trabajo que hacer en Karlsruhe. El miércoles de esta semana comencé con mi proyecto. Aún no tiene nombre, pero básicamente será algo así como Determination of interfacial shear strength of a glass fiber/epoxy bonding in composites through push-out test.
Para los no entendidos, decir que básicamente consiste en realizar ensayos mecánicos en materiales compuestos, que están formados por fibras embebidas en una matriz, para determinar la resistencia de la unión.
Diagrama de un ensayo Push-out.
La gracia está en el tamaño de las fibras, unos 5 µm de diámetro, lo complicado de formar los especímenes, la influencia de la preparación de las muestras y la variedad en los resultados. Dejando a parte el hecho de que hasta el día 2 de noviembre (día en el que recibiré la clase de seguridad para el manejo de las máquinas) me lo pasaré haciendo research, y leyendo todos los papers existentes del mundo mundial sobre el tema, el proyecto promete. Se trata de algo muy nuevo, con perspectivas de futuro, en el campo que yo quería y fundamentalmente experimental; con lo que me libraré de ahogarme en miles de líneas de código como ocurre en muchos otros proyectos. Y cuando me dejen jugar con el microscopio de electrones espero obtener alguna que otra imagen como esta:
Curvas fuerza-desplazamiento y micrografías de las fibras tras el test.
Y como viene siendo habitual, siempre hay tiempo para hacer muchas más cosas durante la semana.
Como el primer día de entrenamiento de Unterwasserrugby, awe-fucking-some, aunque jodido de cojones, unido a mi triste capacidad pulmonar y el dichoso snorkel.
Acudir al partidazo (triste 0-0) del Karlsruher SC, y cantar y saltar como el mayor fan del Karlsruher. Que el equipo no será gran cosa, pero la afición es enorme.
Pasar el sábado en el tren, en una visita relámpago a Mainz, con el Schönes-wochenende 10€; aprender italiano, y acabar perdido en Frankenstein (Pfalz) por el camino, no tiene precio.